THE QUEST

Tú sabes que no tienes que correr

Recientemente un amigo me hizo reflexionar con la siguiente pregunta: “¿Tu sabes que tú no tienes que correr, verdad?”

Mi repuesta inmediata incluyó otra pregunta que se escuchó cómo algo asi:

¿pero, tú sabes cuántas cosas yo hago porque tengo que hacerlas?”

Continué procesando aquella pregunta inicial… y mi breve y rápida respuesta por varios días…

Hay tantas cosas que necesito y no hago, y muchas otras que hago, y no las necesito. Correr es solamente el medio, para intentar alcanzar algunas que he estado necesitando hace mucho tiempo….

No me gusta, como tal, el mero acto de correr. Por lo general, voy contando los minutos y las millas desde el arranque, con la esperanza que pronto acabará… Solo en misteriosos y sorpresivos instantes, disfruto, viendo mi cuerpo avanzando en dirección contraria a la brea… cómo cuando me asomaba de niña por la ventana del carro mirando la calle.

Es todo el antes y el después de esa corrida o práctica lo que me motiva, lo que enriquece mi camino de transformación.

Disfruto desde lo trivial de prepararme, combinando mi ropa, la chulearía de las tennis…

hasta la profundidad y complejidad de ofrecer en oración y en propósito una práctica o carrera…

Agradezco el tiempo dedicado sólo a mí…escuchando mi cuerpo, escuchando un libro, escuchando un podcast, liberándome.

Reclamo el tiempo para buscarme, conocerme y escucharme en soledad; sentir mi cuerpo, mi respiración, mi sudor, mi espacio, mi ritmo en segundos, mis pensamientos…

¡Amo la gente!

Gozo de la energía que se libera, que se siente, que se riega.

Me empodero en la libertad de decidir hasta dónde llegar…de caminar lento, o correr más rápido, según mi único juicio…

Descanso en ese “rush” de endorfinas sanadoras en cada llegada.

Amo el buscar salud en conciencia. Amo el propósito.

Así que, reflexiono entonces, buscando las razones de aquello que hago en mi día a día, sencillo o complejo…

Me refiero a la rutina, al descalabro de un día de trabajo, dónde pocas veces tengo verdadero control, dónde pocas veces decido el qué o, el cómo pasan las cosas. Pienso en todo lo me toca hacer, porque es necesario, o lo correcto.

Sumo y resto lo que realmente decido, en orígen, en conciencia y en plena libertad…

Al final, mi verdadera y honesta respuesta es esta:

“¡Claro que lo sé!

Es que yo corro porque me dá la gana…

Corro porque SI!”